Las Exposiciones y Ferias son en todo el mundo, eventos donde convergen y colaboran para su realización, instituciones públicas y privadas, productores, empresas, artistas, intelectuales, docentes, etc. También asiste su destinatario, el público, que atraído por la propuesta u oferta instalada por la propaganda y el marketing, se vuelca entusiasta y ávido para ver, escuchar, comprar y disfrutar lo que se le prometió, en los pocos días de su duración y en un lugar adecuado para su desarrollo.

Escribe Camilo Matta – PUENTE ALADO


La verdad es que no tenemos en La Rioja un Predio Ferial diseñado a tal efecto, para el montaje de Exposiciones y Ferias de distinta naturaleza y tamaño. Y me pregunto; ¿es posible conformarse con la falta de infraestructura adecuada para estos y otros eventos?

Analicemos un poco la realidad del llamado (después de varios intentos) Paseo Cultural. Más allá de gustos y pareceres respecto de la desafortunada idea de cambiar un Monumento Histórico (violando toda normativa) por un Shopping, éste lugar de hecho funciona como un ámbito de usos múltiples y la gran mayoría de las actividades que allí se desarrollan, deben conformarse con el “más o menos”.

El reciclado edificio de la vieja Escuela Normal está más o menos refrigerado, más o menos calefaccionado y más o menos iluminado; la Sala “Coty” Agost Carreño no tiene un escenario cómodo, tampoco camarines ni parrilla de luces, no cuenta con una instalación eléctrica segura y no hay cabina ni equipamiento de luces y sonido a medida de las necesidades de la sala.

Todo esto nos hace pensar que no hubo un diseño, ni la intención de satisfacer las demandas propias de la actividad artístico-cultural, o lo que es casi peor, el diseño y la ejecución de la obra civil fue una chambonada.

¿Adónde se vio y a quien se le ocurre un Centro Cultural o un Predio Ferial sin entrada para camiones, ni plataformas de descarga para bajar stands, esculturas, escenografías, obras de arte o equipos de iluminación y sonido? No hablemos de playa de estacionamiento ni de depósitos para evitar el deterioro de alfombras, tarimas y otros materiales que vimos pudrirse a la intemperie, por no mencionar lo insuficiente de las instalaciones sanitarias del pretendido predio (o sea baños).´

Una vez hecho el pastel, ante la indignación de muchos pero también con la colaboración y /o la indiferencia del resto, cabe preguntarse por qué la comunidad no tuvo información ni decisión sobre los aspectos administrativos, de programación, ni de recaudación del Paseo Cultural Castro Barros que “algunos” supieron construir con la plata de todos. ¿Sabemos cuánto nos costó la obra de remodelación? ¿Y los cines?

Las dudas son pertinentes porque más allá de la obvia utilidad pública que ofrecen estos lugares, cuando no se encuentran dentro del área de su natural competencia (si es un Centro o Paseo Cultural debiera ser administrado por Secretaría de Cultura, pero si es un Shopping ya es otro cantar) y cuando se mezclan aparentes buenos propósitos con malos negocios, siempre hay un perjudicado: el Estado o sea Nosotros.

¿Por qué no conocimos los términos contractuales del personal que administra y mantiene el Edificio? ¿Hubo alguna SAPEM de por medio? ¿Quiénes son sus dueños? ¿Por qué no sabemos quién, cómo ni cuanto recaudan y producen el restorán, los cines, la heladería, los bares y carritos, etc.? ¿Tienen concesión? ¿Pagan alquiler? ¿Por cuánto tiempo más?

Recuerdo con vergüenza ajena la tapa del diario El Independiente en oportunidad de la inauguración de los cines del Paseo Cultural, sobre calle Bazán y Bustos; en la foto aparece todo el gabinete del gobierno provincial de entonces (¿hubo cambios?) y algún legislador deshaciéndose en loas y auto gratificándose por el acontecimiento; tan orgullosos como si hubieran inaugurado un dique o un hospital nuevo. Espero que el Shopping no nos haya costado la misma cantidad de dinero.